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Nabot le respondió:

— ¡Dios me libre de cederte la herencia de mis padres!

Ajab regresó a palacio malhumorado y furioso por la respuesta de Nabot, el de Jezrael, que no había querido cederle la herencia de sus padres. Se acostó, escondió el rostro y no quiso comer.

Su mujer Jezabel se le acercó y le preguntó:

— ¿Por qué estás deprimido y no quieres comer?

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